La histórica portada de TIME vuelve a marcar época. En su edición 2025, la influyente revista decidió nombrar a la inteligencia artificial como Persona del Año, reconociendo su impacto transversal en la sociedad contemporánea y su rol central en la transformación política, económica, cultural y tecnológica del último año.
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La decisión rompe con la tradición de destacar a líderes, figuras públicas o movimientos humanos específicos. Esta vez, el foco está puesto en una tecnología que no tiene rostro único, pero que ya condiciona la forma en que trabajamos, creamos, consumimos información y entendemos el futuro. Según TIME, la inteligencia artificial dejó de ser una promesa para convertirse en una infraestructura invisible pero determinante, presente en gobiernos, empresas, medios, ciencia y vida cotidiana.
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Durante 2025, los sistemas de IA generativa alcanzaron una masificación sin precedentes. Herramientas capaces de escribir, diseñar, programar, diagnosticar y crear imágenes o música se integraron de forma acelerada en procesos que antes eran exclusivamente humanos. Este avance, destaca la revista, abrió debates urgentes sobre empleo, autoría, ética, regulación, privacidad y concentración de poder tecnológico.
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TIME subraya que el reconocimiento no implica una celebración ingenua. La elección también busca advertir sobre los riesgos asociados a una tecnología que avanza más rápido que los marcos legales y culturales que intentan contenerla. La automatización de decisiones, los sesgos algorítmicos, la desinformación y el uso de IA en conflictos políticos y militares forman parte del mismo fenómeno que hoy impulsa innovación y eficiencia.
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Al nombrar a la inteligencia artificial como Persona del Año, TIME vuelve a cumplir su rol histórico: capturar el espíritu del tiempo. En décadas pasadas fueron figuras políticas, activistas, científicos o incluso conceptos colectivos. En 2025, el protagonista es un sistema creado por humanos, pero que ya opera con una autonomía e influencia difíciles de ignorar.

Más que una portada, el gesto funciona como un síntoma cultural. La pregunta ya no es si la inteligencia artificial cambiará el mundo, sino cómo decidimos convivir con ella, regularla y comprender su impacto antes de que termine de redefinirlo todo.

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