Suele llamarse participación ciudadana a ese momento anterior al inicio de una obra en que se piden opiniones y la comunidad afectada expresa anhelos en relación a esa obra. Por eso Paisajes Colectivos prefiere hablar de instancias de trabajo comunitario, porque son ellos –los ciudadanos- los que materializan los proyectos, los que meten las manos en la tierra.

El objetivo principal de esta agrupación y oficina de arquitectura del paisaje es desarrollar proyectos de biodiversificación de espacios urbanos y periurbanos junto a las comunidades que ahí habitan.

El pasado mes de marzo tuvieron su actividad más reciente: una jornada de poda y recolección de semillas en su “Vereda Nativa”, un piloto de plantación en Pedro de Valdivia Norte, donde el pasto ha sido reemplazado por una paleta diversa de especies nativas.

“Las dos características principales de Vereda Nativa son el uso exclusivo de especies nativas, algo que no se había hecho en el espacio público; entonces debemos recalcar que es un piloto, una incitativa que tiene cierto grado de experimentación. En segundo lugar, la implementación y la mantención queda en manos de la comunidad. Dado que convocamos a través de redes sociales, no solo vimos llegar gente del barrio. Contamos alrededor de 40 personas y por lo menos la mitad venían de otras comunas”, recuerda Joaquín Cerda, arquitecto del paisaje, académico de la U. Austral y director creativo de Paisajes Colectivos.

Llamó su atención las ganas de las personas de involucrarse en un trabajo manual, tangible, de impacto positivo y en interacción con otros. En su opinión, hay en ese tipo de convocatorias un gran potencial de restauración de los tejidos sociales dañados.

“Al final repartimos las semillas que cosechamos y ahora el impacto del proyecto no se limita al espacio concreto de esa vereda. Este banco urbano de semillas puede expandirse hacia otros sectores de la ciudad en las manos de la gente que participó y se llevó semillas”, explica Joaquín.

Paisajismo en el límite de lo poético.